Llevaba varios fines de semana acudiendo a casa de Amber. Aprendí a maquillarme, a vestir, a bailar, a mirar con deseo, a beber y follar. Bastantes veces terminaba borracha, follando, Amber me daba un elixir y unas pastillas. Amber decía que eran para prolongar la «erección» y poner los pezones duros; poner el deseo en las tetillas» decía Amber.
Tras mes y medio, al mirarme en el espejo, los pezones no estaban solo duros, empezaban a puntear. Estaban hipersensibles. Se levantaban y miraban al espejo desafiantes; como las adolescentes desafían a machos bragados. Verme así me ponía nerviosa y excitada. ¿Qué pasaría en verano? Faltaban apenas un par de meses. Debía parar de tomar aquello, no era seguro. Cuando me duchaba, al mirar mis flancos y mi culito, no necesitaba poner posturas para encontrarme, el ombligo, las caderas el trasero, lo muslos, intuían a una jovencita creciendo para convertirse en mujer. Aquello me gustaba.
Era una situación inestable y excitante; Amber me propuso pasar un fin de semana con un amigo suyo. Un fin de semana entero como jovencita. Salte de alegría antes de sopesar nada. Excitación y duda. «Prueba dos días a vivir como hembra». Aquella sugerencia me decidió. Busque una coartada ante mi familia, acudir a un criterium atlético en una ciudad cercana. No hubo problemas, siempre di el pego con estas historias. Preparé, un macuto y salí para la estación de autobuses un viernes después de comer.
Un viernes frio y primaveral, a las 5 de la tarde en el portal del bloque de Amber entro un chico en chándal. Dos horas después, frente al edificio aparcaba en doble fila un deportivo pasado de moda, un hombre de cierta edad se acercaba al portal y llamaba al portero electrónico. Volvía a su coche. Al par de minutos salía una jovencita de pelo corto rojizo y ojos azules. Botines negros de tacón alto, calzas por encima de la rodilla, minifalda blanca estrecha, cinturón ancho pirata, camisa de algodón blanca con chorreras, y cazadora vaquera. Iba maquillada de un modo aguerrido, punki.
Durante esas dos horas un adolescente extraño y nervioso, se miraba al espejo. Al espejo buscaba y allí una jovencita, curiosa le respondía. Mírate. Ponte las braguitas, ¿Cuándo tuviste esas piernas? ¿Por qué tus nalgas se alzan y te sonríes? Si tus pezones se alzan, pero mira bien, no son pechos, ¿Cuándo me compraras un sostén? Amber zarandeaba mi ensoñación «vamos nena, hay que arreglarte el pelo». En dos horas apareció en el portal una jovencita con las hormonas ardiendo en su cuerpo.
Caminaba nerviosa, se acerco al coche y se sentó en la parte delantera. Era yo. Era Mara. El corazón se me salía por el cuello. Aquel desconocido sonreía. «Tranquila bonita». Tras mí vino Amber. «¿Nos vamos?»
¿Cómo se llama la niña Amber?
La putilla se llama Mara. Ponle algo de música funki que se entone.
El compact del coche empezó a sonar. Aquello me horrorizaba y excitaba. «Niña» y «maricona», «cielo» y «puta», «virgo» y «calentona». El dialogo entre «Paco» y Amber era claro. Intercambiaban toda la información residual que faltaba por comentar.
Que te lo digo yo Paco. Esta niña angelical, tiene morbo y tiene vicio. Mira como viene con la camisa a medio abotonar, mira sus pechitos.
No esperaba verla desarrollada.
Esta hermana va a ser pechugona. Mira los pezones, mira como salen, esa aureola, hace un mes era la mitad.
Mire aterrorizada a Amber, lo que me estaba dando no tenia vuelta atrás. «Tranquila nena» me dijo. «Tu hermana Amber lo controla y lo puede parar mañana mismo si quieres» me dijo. «Con tal de no venir a verme la cosa se para, la cosa no engorda» ironizaba y sonreía. Amber lo sabía, yo no quería dejar de verla. Desafiando desde el sillón de atrás acerco su brazo y su mano palpó mis pezones; estaban duros, erguidos, el pecho esponjeaba, las aureolas dos botones duros. Paco siguió la conversación:
Si tiene vicio, mejor. Hay que enseñarla mundo. ¿La polla?
Le gusta comer y abrirse. Pero tiene polla.
¿Pero le aguanta?
Pues claro. Hay que ser muy burra para pasarse. ¿No me has visto a mí? No viste la «Vane». Hay que atiborrarse para dejarla hecha chimichurri.
Hablaban de más cosas. ¿Podía perder el pene? ¿A que se referían? «Paco» me miro y llevo su mano a mi entrepierna. «Tranquila nena, eres bonita y estás con nosotros». «Dame tu manita y llévala a mi bragueta». No atinaba nada, trataba de mirar en el espejo del parasol la canal de mi pecho. Eran pechos de niña y aureolas de mujer.
Paramos en una gasolinera. «Vente al baño, Mara». Fuimos al baño. En el lavabo terminaba de limpiar el espejo, una empleada. Nos miro al espejo. La mire al espejo. Entraba en el mundo. Ninguna extraña me iba asustar. Yo era bella. Sentí como me valoraba en el espejo. Mis ojos, mi nariz, mis labios. Si también mis piernas. Aprobaba y envidiaba. Salió del baño. «¿Qué mas prueba quieres Mara?».
¿Qué mas prueba quieres Mara? Esta ha tragado pollas de campeonato. Ha visto pijas y ha visto putas. Ha visto monjas y amas de casa. Ha visto amantes y estudiantes. Te ha visto a ti y solo ha visto a una punki. Una jovencita, punki. En mi vio al travelo. En ti no lo ha notado. Cuanto más lo creas, más hembra serás. Cuanto más lo quieras más vicio tendrás.
Entre en el baño y me senté a orinar. «He de seguir». «Escapar y seguir». Miraba por la abertura de la camisa mis pechos, los pezones se erguían, temblaban con el frio. Me asustaba y los quería. Quería que crecieran. Mis piernas depiladas y suaves, mucho más estilizadas. El olor. El olor del sudor, se confundía en el baño de mujeres.
«Arrea niña que te quedas en tierra». Dijo Amber desde la puerta.
Estoy lista. Pendón. –Contesté sin rubor-.
Al enfrentarme de nuevo al espejo, instintiva me mire como una putilla en celo más, Me acicalé el pelo, me refresque los labios. El horror me sacudía y el deseo me impulsaba. ¿Qué pasa si me dejan de esta guisa? Salí corriendo. «Amber» curioseaba videos pornos en una torre giratoria delante de la dependienta. Apenas la espere, notaba en mi la mirada sorprendida de la empleada, ¿Qué hacia una chavalita como yo con semejante putón?
Llegue sonrojada al coche, el corazón a cien, los pezones tiesos y la polla erecta. Paco lo noto. Al sentarme, me magreo la polla y sobo los pezones.
Si que promete.
Ya te lo dije. Tenias que ver lo descarada. Como se mueve la zorra.
¿Cómo? –pregunte tratando de unirme.
Buscando machos. Tenias que verte, cadera paca, cadera palla, «ahora estiro la mini», «ahora me pongo de puntillas frente al espejo». Me «toqueteo» los pezones, me chupeteo los labios. Mara, no han pasado tres horas, y andas buscando polla desesperada.
Me sonroje. Amber no había perdido detalle de lo que yo había hecho. Paco se sonreía y me ofreció un cigarrillo. Acepte, quería ser femenina. Quería coquetear. Amber me susurraba tras el sillón; «Putón como vas a gozar» «Me vas a pedir polla hasta que duela» «Me vas a pedir hormonas hasta que revienten las tetas». La sensación de terror y pasión me excitaban poniéndome húmeda.
En el ocaso, llegamos a una urbanización cercana al mar, entre bosquetes de pinos se escondían chalets de diversos estilos. Llegamos a una zona recogida, una entrada amplia y un chalet grande, «moderno», el garaje amplio, un jardín inmenso, rodeaba toda la casa, hacía un lateral se vislumbraba la pista de tenis y la piscina. Paco nos expuso el programa.
Descargamos y podéis poneros cómodas aunque prefiero que Mara sigas llevando lo que tienes. Luego cenamos. Tengo preparada una cena fría con alguna cosilla de microondas y alguna otra para entonar. Luego bailamos y ponemos unos videos. Mañana no tenemos hora de despertarnos. Al mediodía, decidimos que hacer por la noche y el domingo por la mañana.
El dormitorio que nos asigno era amplio con cama de matrimonio. Tenía un baño y una puerta acristalada con vistas al jardín. La terraza daba al porche de la piscina. Dejamos el equipaje en un armario empotrado en el que colgaban vestidos, y disfraces sexuales, en uno de los cajones adivine algunos juguetes sexuales. Amber sonreía al verme fisgar. Nos arreglamos.
Frente al espejo del baño repasaba mi maquillaje mientras Amber se duchaba. Su cuerpo era hermoso, potente y hermoso. Amber me veía envidiarla y se sonreía. Me acerque espontanea a masajear su miembro y sus pechos mientras se enjabonaba. Me metió la lengua y se aparto.
No te pongas cachonda. Tienes que entrar a cenar relajada. Quítate el short y ponte en pompa. No te muevas porque te voy a dejar limpia. Veras que gusto pa tu chocho.
Desabroche los shorts y me baje las braguitas. Le mostré el culo a Amber. Ella había desatornillado el teléfono ducha. Acerco la boquilla a mí esfínter y abrió el grifo. Un chorro de agua caliente penetro mi recto. Notaba el agua caliente llenando mis entrañas-. «Aguanta lo que puedas y luego échalo». En unos pocos segundos me senté en la taza, un chorro a presión salía de mi coñito limpiándome entera. Aquello me estaba poniendo. «Coño Mara, límpiate y no pienses». Nuevamente me metió la manguera; aguante hasta dolerme. Quede limpia. «Sécate el chocho y úntate crema». Me unte crema y me volvía vestir. Mi polla pugnaba por enhebrarse. Me costó bajarla y pensar en otras cosas. Amber comenzó a limpiarse, «Vete y haz compañía a Paco».
En el salón Paco había montado la cena en plan buffet y se aprestaba a montar un video con música funk y escenas variadas porno. En avance rápido veía orgias gay, escenas de travestis, algún pasaje de cuero.
Pasa niña y ponte cómoda. Hazme un pase a ver como andas y que piernas tienes.
Las que me ves –me vi contestando en una pose provocadora-.
Paco se rio. Mi intento desafiante había quedado ridículo por el temblor de mis piernas. «Anda baila que se te quite el San Vito». Me quede en medio del salón mirándolo, mirando la televisión, mirando un espejo que cubría media pared. Paco me acerco un vaso de tubo con Whisky. «Bebe». Nunca había bebido algo tan fuerte. Me acerco un cigarrillo liado;»fuma». Aspire una calada.
Me hice consciente. Era un jovencito disfrazado de… y vi a Amber. Y junto a ella una zorrilla buscando un bautizo. El espejo no engañaba. Mis ojos claros, mis labios buscando el vaso. Mis piernas. Paco se acerco y me beso en la boca. Era un jovencito besando a un tío de cincuenta y pocos. Amber se acerco. Era una niña que se ofrecía con morbo a dos mariconas viciosas. Aquella media melena, las caderas moviendo el ritmo funki. En la pantalla, dos tíos se hacían el 69 mientras una rubia les miraba y sonreía. Yo besaba a un hombre y sentía tener un virgo que darle. El me hacia mujer y yo quería sentir su hombría. «Cenemos». Paco se separo con un evidente bulto en la entrepierna. Me miró con morbo.
Nos sentamos en el sofá y volvimos a beber y fumar. Frente al sofá dos mesitas robustas y altas con bandejas de canapés. Al fondo la tele y el equipo de música. La película mostraba a una travesti joven, los pezones saltones, un inicio de pecho. Era bella. Dos chico la magreaban y humillaban. Ella no daba abasto mamándosela a ambos. Amber me ofreció un par de sándwiches fríos; «come niña que nos ponemos calientes y no cenamos». Ni me entere de que comí, me volvieron a llenar el vaso y volví a fumar.
Bailad juntas.
Vamos niña.
Amber iba vestida de cuero, medias de rejilla y unas botas de escándalo, sujeta en el cinturón de cuero llevaba una fusta pequeña. Comenzamos a bailar como otras veces lo habíamos ensayado en su piso. Nos restregábamos, y me frotaba mis partes, las señalaba. Me manoseaba haciéndola desear. Estaba buscando su boca cuando encontré el rostro de Paco. Me eche a su boca. Me sorprendí al espejo viendo como lo devoraba. El manoseaba mi cuerpo y Amber nos manoseaba a los dos. Susurraba, «venga Mara, venga Mara, venga niña!» Desabrochaba mi camisa y mostraba mis pezones. Paco los pellizcó, los mordió, sentí dolor. Me apartaba y Amber me aproximaba, Paco, sorbía todo el pecho. Una mano, me manoseaba y la otra desataba el cinturón. Cayeron sus pantalones.
En el espejo un jovencito. En el espejo una adolescente se arrodillaba ante la hombría de un tío mucho mayor que ella. Vi su polla, menor que la de Amber o la mía. La trague y la succione. Note sus manos en mi cabeza guiándome. Me acostumbraba a su olor, buscaba el espejo para verme, sentí cerca el olor de la polla de Amber, Comencé a masajearla. En la pantalla dos travestís disputaban la polla de un negro. Yo disputaba con dos pollas para ver a quien daba placer. Sólo vestía taconazos y medias. Amber mantenía un corpiño, medias con ligas y sus botas. Paco estaba desnudo. Desee sentir su cuerpo en mi ¿Cómo follaría un hombre? Amber fustigo mis nalgas; en el espejo una puta revolvía la cadera.
Me fueron arrinconando hacia el sofá. Paco se aparto y con deseo me dijo «Ábrete». Me tumbe en el sofá mientras Amber me dio a beber y fumar. Paco se preparaba una goma. Me masajee el esfínter. Estaba caliente. Paco y Amber admiraban las piernas, me agarraban la polla. Yo esperaba su polla. No me di cuenta, hasta sentir al unísono, el miembro de Paco en mi coño y la polla de Amber en mi boca. Quise masturbarme; «No te toques y trabaja». Me vi mamando a Amber y agitando mis piernas con los empujes de Paco. MI cuerpo se agitaba. Amber fumaba y mojaba su polla en whisky. Me echaba el humo. Note un flash. En el espejo unas piernas largas al aíre. Me zarandeaba con el vaivén, me dejaba ir. Gemía. Mi vientre liso, mis pezones sensibles, y mis pechos. Ya no eran solo los pezones, mis pechos estaban crecidos y se agitaban al empuje de Paco. Chillaba de gusto al verlos macizos, turgentes, vibrantes. Me revolvieron sin contemplaciones.
En el suelo a cuatro patas. Amber guiaba, «sigue niña que ahora me toca». Paco se coloco frente a mi boca. Se pajeaba fuerte. Yo buscaba su polla. Sentí el pollón de Amber. Ella me llenaba, me empecé a agitar. En el espejo, las nalgas de una chica temblaban a las embestidas. Amber salió, En la pantalla de televisión dos tíos follaban salvajemente. Paco volvió a entrar. Apoyadas en el suelo las manos de un chaval, en el espejo, un hombre follaba una puta y las tetas y los pezones bailaban su ritmo. Amber me ordeñaba mientras al oído me decía «no puedes correrte, no puedes correrte». La miraba y me sonreía, yo era más puta, yo daba más morbo. Paco salió de mí, sentía mi esfínter aún abierto…Su polla a mi boca. Su mano se agitaba, Amber volvió a entrar. Le balancee mis caderas, me volvía loca de placer. Chillaba como perra en celo. «Toma niña, sácame tu puta, sácame tu puta». En mis ojos el prepucio de Paco. En la boca toda su polla. Su mano guiándome, sentí que se agitaba…
«Cómela, cómela niña», -Paco se estremecía-. «Traga puta, traga puta» – Amber me enculaba hasta partirme. Me trague toda su polla mientras sentí el lechazo caliente en mi interior. Me lleno la boca. Me sobrepuse a una arcada y deje caer el lefazo en la comisura de los labios. Amber se despegó y se echo encima, «no te toques, no puedes correrte». Mi culo ardía, mi polla ardía, los pezones estaban insensibles; Amber se agitaba y en su pajo restregaba la leche de Paco en mi cara. Se corrió en mi cara y me trague su polla. Estaba salada. Ya solo quedaba yo.»No te pajees».
Recuperaba el aliento mientras Paco, se acercaba a la mesa del comedor. Bajo ella extrajo unos extraños tablones unidos por una bisagra. Cada treinta centímetros sobresalían unos tornillos gruesos y romos. Amber, trajo del rincón un bolsón de cuero. En el bolsón una colección de consoladores, casi una docena. En el espejo, marcando caderas, pajeándose, mirándose con lujuria, una travesti se sabía poderosa. Estaba naciendo.
Te vamos a bautizar –sonrió Amber-.
Móntalos frente al sofá dijo Paco.
Amber y Paco, recostados en el sofá disfrutaban viendo mi curiosidad y mi deseo. Seguía sus instrucciones y montaba aquel aparato. Los tablones apoyados en la mesita. En la tele un travesti viejo enculaba un negro. Empecé a roscar de menos a más aquellos consoladores; un finger, un consolador fino, un pene duro, una réplica de un actor gay y un macropene. Paco se recostó, «límpianos las pollas antes de sentarte».
Lo hice con deseo. Mientras me recreaba en la polla acida de Paco, Amber me masajeo el coño con lubricante. Deje a Paco entrempado, y me ocupe de Amber. Su nabo tardaba mas en trempar y Paco se entretuvo en contar sus dedos en mi esfínter; uno y dos; «ya tienes tres, es fácil el cuarto». Su mano giraba fácil. Me sorprendía mi esfínter, me excitaba mi coño. «Venga nena no te demores». En el televisor, dos travestis ¿Qué tenían ellas que yo un tuviera?
Me puse a horcajadas en los tablones siguiendo la música. Balanceándome sobre los tacones de mis botines. El finger entraba y salía. Eran cosquillas. «Vamos niña». El consolador de supositorio entro duro- Me movía y giraba sobre él. Era poca cosa después del vicio que llevaba encima. «Vamos nena» Amber se reía. «Dale maricona que aun viene lo bueno». La polla de plástico se hizo sentir. No era cómoda pero me recreaba. Estaba a medio camino. Sentía mi polla fuerte. Sentía mis pezones. Amber y Paco me rodeaban. Paco empezó a mamármela. Amber apoyaba el ritmo de mis caderas. Salí de aquel balano erizado y me encontré con el crucero de silicona.
Homenaje de un mito gay de la época. Replica de silicona. Lo saboree como pude con la boca. Me dejaron sola. El esfínter parecía resistirse. Resbalo y fustigo de placer desde la entraña a la punta de la polla. Chille. Me agite. Tire de los pezones. Me agite, me cimbree, me pare, comencé a mecerme y cabalgar. Todo el cuerpo se deslizaba sobre aquel vástago. Me estremecía, tiritaba y me penetraba. «venga niña, venga niña». Sentí una emoción que desde la base de mi escroto subía por el estomago, el corazón, el esófago, la garganta. Aullé. Aquel llanto de rabia y éxtasis, lubricado y femenino. No era el placer de un jovencito, no era el jadeo amariconado, no era voz impostada, era el canto de una hembra. Abierta al macho. Sometida y poderosa ¿Quién gozaría mis caderas? ¿Quién mecería mis pechos? Aquel grito sorprendía. Dentro de mí rabiaba la niña que quiso nacer. Aquella adolescente que contoneaba sus caderas, que protegía sus pechos con las carpetas, que se llamaba en la soledad de los espejos nocturnos. La chica buscada en el rastro de los escaparates de moda. No pude contenerme más; me corrí sin parar. Amber y Paco aguantaban mis hombros. Empalada. Clavada. Salí como pude y me tire al sillón. Un flash en la memoria. Me bombeaban las sienes y las imágenes. Amber y Paco a lo lejos. «déjala, déjala». Sentí a Amber echarme una manta, «duerme niña, sueña tu historia, vive tu anhelo».
No sé como llegué a la cama. Entre fogonazos recuerdo dar mis piernas para colocar unas braguitas. Alguien me seco. Desperté un momento de madrugada, embotada, dolorida, temerosa y muy satisfecha. No quería pensar, cerca sentí el rumor de Amber, su olor viril y femenino; volví a dormir. Desperté pronto. Los oídos me zumbaban. La cabeza embotada. Los pezones erectos y entumecidos. En el vientre y las caderas la huella seca del placer. Sentí mi esfínter dilatado, el pene frio, los testículos relajados. Del macuto de Amber recogí un bikini, un pareo y una camisola.
Frente al espejo. Veía a un jovencito extraño. Los ojos vidriosos, el rimel corrido, los labios desdibujados. ¿Qué me estaba pasando? ¿Era yo aquel hombrecito? ¿Cómo me había atrevido a tantas burradas? ¿Qué cosas me dejaba meter por Amber? ¿Cómo parar? ¿Cómo aguantar las miradas? Me metí en la ducha. No quería pensar. Borrar las huellas de una noche perversa. ¿Y todo aquel placer? ¿Y aquella emoción? Frotaba con gel de Amber el sedimento seco del placer de otros. Me enjuagaba la boca una, dos, tres veces. ¿Cómo ser un chico normal? Olvidar las mariconas.
Salí de la ducha. Por última vez me coloque la toalla a la altura del pecho. Secar el pelo con un turbante. Me mire al espejo para grabar un último recuerdo. Abrí la toalla como eran aquellos pechitos. De perfil se perfilaban bonitos. Las caderas estaban hechas. Una última vez sentir una braguita de cordones rozando la piel. El sexo olvidado y recluido en la entrepierna. ¿El sostén? Amber había escogido el correcto, los pezones cosquilleaban con el rumor de la tela. ¿Cómo se anuda un pareo? La tela acariciaba mis piernas depiladas, Me calcé las sandalias de Amber. Camine unos pasos. Me pinte ligeramente los labios. Era feliz. Nunca en mi vida me había sentido tan libre y tan feliz. En la habitación Amber seguía durmiendo, salí hacia el salón.
El salón estaba medio recogido. El comedor estaba organizado. Sobre una mesa medio recogidas las bandejas de canapés. Delante del sofá una mesita baja con revistas en el inferior. El televisor apagado. Las cintas apiladas. Lo encendí. En la tele los programas de siempre, en el video, una película de travestis que no recordaba haber visto. Sobre la mesa media docena fotos polaroid; de hace unas semanas, del día anterior entrando en el portal de Amber como chico, saliendo como chica, saliendo de la gasolinera junto Amber, desnuda mamando el miembro de Amber y con las piernas alzadas, de perfil cabalgando sobre las tablas, sobre el sofá dormida y totalmente desnuda. Leí las anotaciones. Recuerdo claramente las anotaciones: «Morbo a tope».
No estaba asustada, aquello me excitaba. No sentí la aproximación de Paco. Me levante y di dos pasos taconeando de nervios. Vio la televisión y sonrió, «siéntate Mara». «Me gusta tener fotos de mis amigas, pero puedes romperlas si quieres».
Quédatelas. –lo dije con sinceridad-.
Podemos hacerlas mejores. Más recatada.
…
¿Has desayunado?
He picado algo.
¿Quieres desayunar?
En la pernera del pijama de Paco asomaba su pene relajado. Estaba cerca. Me arrodille y comencé a besarlo. Lo cogí con ternura. Lo saboree. Lo mame con vicio. No cabía duda, morbosa y puta. No mirar atrás, y taconear «pa lante».
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